viernes, 10 de agosto de 2018

Decadencia Moral del Clero "Novus Ordo"




     El Vaticano-II es la causa de la decadencia moral en general, especialmente en el mundo católico; la razón es que su espíritu es el relativismo con relación a la verdad, en oposición a la objetividad de la verdad que imperaba en el catolicismo pre Vaticano-II. Como producto del relativismo, el Vaticano-II ha dado a luz a su hijo más querido: el Ecumenismo, doctrina que sostiene que las religiones no-católicas son medios de salvación, porque todas las religiones son verdaderas; pero también ha dado a luz una hija menor: la libertad religiosa, es decir, que Dios da derecho al hombre para practicar cualquier religión en que crea.

     ¿Cuáles han sido los efectos del Vaticano-II sobre el clero, ya indoctrinado en el modernismo desde los mismos seminarios? Pues, la destrucción de la Fe católica en todos los ámbitos antes católicos; la destrucción, en el clero, de la capacidad para insistir en la moral católica en el ámbito público; agreguemos a esto algunas ideas dominantes en el clero post Vaticano-II, como p.ej., “todos llegan al cielo”, “no existe el infierno”, “todos adoramos el mismo Dios”, etc. Las prédicas del clero hijo del Vaticano-II se encuentran restringidas a contenidos puramente naturalistas, como ser buenos con el prójimo, cuidar el medio ambiente, ser tipos agradables, etc. Nada de purgatorio, ni de juicio, los difuntos ya están en el cielo.


     La catequesis modernista enseña la idea modernista de que Dios es conocido a través de una experiencia religiosa personal, y no por medio del conocimiento de dogmas objetivos a los cuales se adhiere por la virtud sobrenatural de la Fe.


     Esta sistemática destrucción de la Fe católica bajo las directrices del modernismo del Vaticano-II, ha envenenado las almas católicas de naciones antes decididamente católicas, no sólo induciéndolas a las inmoralidades públicas más decadentes, sino, además, a legalizarlas. ¿Acaso Bergoglio hizo llegar sus palabras a los votantes irlandeses antes del referéndum? ¿Intervino, acaso, en su propia patria para impedir la legalización del aborto en Argentina? Nada, nada de nada. ¿Y qué decir de su permisividad, y hasta espaldarazo público, de la homosexualidad de algunas personas? Es decir, el “magisterio” post Vaticano-II, fiel a las directrices relativistas del concilio, está diciendo que no hay normas objetivas, sino que es el sujeto el que determina el objeto; esto es “algo es correcto porque lo deseo”, en vez de “deseo algo porque es correcto”; si lo trasladamos al error modernista diríamos “Algo es verdadero porque lo creo”, y no “creo en algo porque es verdadero”.


     Así, no es sorprendente que casi todos los casos de abuso infantil por el clero católico han tenido lugar “después” del Vaticano-II, a causa de la puerta abierta al subjetivismo y relativismo que han roto la contención de la santa pureza, tan esencial en la espiritualidad católica, y, en especial, la de los sacerdotes. La revolución del Vaticano-II ha tenido su impacto dramático especialmente en el clero, el cual, junto al abandono de la Fe, ha perdido la sacralidad de su propio sacerdocio. La nueva Misa, asimismo, ha tenido otro tanto impacto dramático en la defección de la Fe, ha convertido al sacerdote en un mero presidente de asamblea, al estilo protestante. Todo lo anterior, más el total abandono de la espiritualidad de la mortificación de las malas inclinaciones han llevado a que, siguiendo el lema de que “el apetito justifica el objeto del apetito”, cualquiera inclinado al abuso de niños utilice la posición de su sacerdocio para satisfacer su propio grave pecado de impureza.


     Y a propósito de la exhortación del Padre Berríos al clero para “sacarse el cuello romano”, hay que decir que otro elemento que ha contribuido gravemente a la inmoralidad del clero después del Vaticano-II es, precisamente, el abandono de la vestimenta clerical, tal como lo manda el Código de Derecho Canónico tradicional. Hoy en día, la mayoría de los clérigos del Novus Ordo son irreconocibles por sus vestimentas, llevando a un verdadero relajamiento en público, pasando por uno más de los “muchachos”, permitiéndoles cualquier acto inmoral sin ser advertidos como clérigo.




“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”

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